Murió. Yo estaba en la playa cuando me enteré, lo vi el titular en el LUN, no lo podía creer, había muerto Ennis Del Mar, Sonny Grotowski, The Joker. Heath Ledger se había ido para siempre. No se explicar porque la noticia me afecta tanto, más allá de que lo encuentro un buen actor y que su figura me causa simpatía, es ilógico deprimirse por la muerte de alguien a quién nunca se conoció.
Como sea, el hecho es que su muerte me golpeo fuerte, pase el resto del viaje encerrada en la cabaña, casi no baje a la playa, y estuve todo el tiempo pensando en el bueno de Heath, en su cadáver fotografiado miles de veces al ser sacado del departamento en que murió, en todas las veces en que lo habrán examinado, abierto y cosido y vuelto a abrir, en las miradas indiscretas, en las especulaciones; todas esas cosas me deprimen, aunque puede que realidad no tengan importancia.
Hoy me topé con una foto de Michelle Williams en donde se ve destrozada, con esa expresión de cuando has llorado demasiado pero las lágrimas ya no te consuelan, y lo único que te queda es una opresión en el pecho. Al verla recordé otras fotos que había visto de Michelle y Heath cuando estaban juntos, se veían felices. La pareja que escogió Brooklyn en vez de L.A., con sus ropas de Hobo chic, tan jóvenes, tan hipsters, cargando a su hijita artísticamente nombrada Mathilda Rose.
Pensé que lo mas triste de todo era que Heath murió joven, tenía solo 28 años y mucho potencial; pero quizá eso sea mejor, morir joven, así el mundo lo recordará siempre en su prime, Heath nunca será viejo ni decadente.
Tal vez por los que hay que sentir pena es por nosotros, los que nos quedamos, lidiando con la con el deterioro de nuestros cuerpos y nuestro talento, mirando a ese ícono inmortal que ahora es Heath, siempre joven, siempre una promesa por cumplir.
